domingo, 5 de diciembre de 2010

La importancia de las palabras


Desde principios del siglo pasado la psicología ha recabado abundante material teórico en torno a la mediación del discurso en el subconsciente de los seres humanos. Y si algo han demostrado esa gran cantidad de estudios es que nunca es inocente la elección de las palabras y cada una de ellas revelan algo más que el mensaje que uno quiere comunicar. Algunas de esas elecciones rondan nuestra sociedad hoy y pueden ser causantes de percepciones que no siempre tienen que ver con la realidad.
Uno de los casos más emblemáticos es el denominado “la gente”, nacido al calor del menemismo, a nivel social se ha convertido en una forma demasiado abarcativa de denominar a un grupo de personas y darle algún tipo de característica común. Pero ¿qué es la gente? ¿dónde encontramos ese grupo etario tan nombrado en los últimos años? ¿son realmente los representantes del grueso de la sociedad? La realidad es que esta forma de denominar a porciones de la población comenzó a ser frecuente hace unos 20 años y de a poco comenzó a meterse en la actualidad lingüística de todos los argentinos, desde la raíces de algunos pueblos que lo usaban para terminar una frase netamente numeral (ej: había 2500 gentes) hasta quienes le encuentran su principal antecesor en la palabra pueblo. Pero no es lo mismo decir que “una parte de la población no está de acuerdo con la política del gobierno”, que decir “la gente no quiere al gobierno y quiere que se vaya”. Así de significativo y fuerte puede ser la relación entre ambos razonamientos y la forma de jugar al líder de opinión o interpretador social puede ser mínimamente irresponsable. La facilidad de no dar nombres ni información debidamente chequeada lleva a utilizar este tipo de términos que pueden sonar a una mala medición de encuesta ya que el colectivo “la gente” es demasiado difuso en su composición.
De un modo similar muchos comunicadores se encuentran ante la tentación de verter las opiniones que emana “la calle”. Más allá de decir lo obvio que remite a que la calle es un ser inanimado y que se pueden encontrar en ella infinidad de ruidos pero ninguno que remita a alguna articulación sonora de idioma, usar la imagen totalizadora de que todos los habitantes de un país transitan la calle es un poco apresurado. Sin ir más lejos, son los mismos que ofrecen la opinión de la calle quienes abogan enfáticamente contra las manifestaciones populares que se dan en esa misma calle por obstruir la libre circulación de las personas (o en este caso bien puede ir “la gente”).
Otro de los puntos en los cuales las palabras son herramientas de construcción de estados de ánimo social que no siempre se conllevan con lo real o que logran magnificar ciertas situaciones y minimizar otras, tiene que ver con la crispación o el nivel de confrontación que tanto suele pregonar la oposición con respecto al Gobierno Nacional. Casos testigo han sido en los últimos tiempos la conducta del actual Jefe de Gobierno, Mauricio Macri, quien en repetidas ocasiones ha pronunciado ser víctima de las agresiones del Gobierno, mientras él mismo repite todo tipo de improperios que no resisten ninguna investidura ejecutiva. Desde tirar del tren de la Argentina al fallecido Néstor Kirchner o hablar de “esa” al referirse a la Presidenta de la Nación. Entonces de dónde proviene realmente la crispación.
Entre las palabras mayormente bastardeadas por los medios de hoy, la militancia ha ganado todas las pantallas y las portadas en las dos últimas semanas. Desde la comparación con las juventudes hitlerianas hasta la vieja descalificación que son pagos por las esferas partidarias que los enrolan. Como suele decir un viejo militante de (valga la paradoja) la rama juvenil del justicialismo: “No sabés la cantidad de choripanes y vasos de vino que me deben”. Pensar en una juventud y una militancia que sea manejada, es entender muy poco de los valores y las creencias que tiene una persona sub 30. La necedad de pensar que todos los militantes pueden ser de una manera o de otra, es mostrar un autismo social demasiado evidente. Ni inmaculada juventud, ni juventud hitleriana (como diría Mariano Grondona); pero pensar que todos los jóvenes deben ser rentados, habla muy mal del pensamiento de quien emite esa frase.
Resumiendo y para evitar el palabrerío, es necesario a veces no repetir palabras que se dicen en cualquier parte y tomarse un minuto de más para pensar de dónde salen realmente las palabras y con qué intenciones se dicen o escriben. Tal vez solo de esa manera la calle opine lo que dice la gente y, militancia mediante, se pueda bajar un poco el nivel de confrontación en nuestro país.

miércoles, 27 de octubre de 2010

Huérfanos


Nunca es bueno tratar de analizar un hecho desde los sentimientos, porque puede nublar el análisis, tener la cabeza fría y las ideas ordenadas hace que la tarea sea lo más objetiva posible. Pero hoy no es un día para las frías ideas, es un día para expresar las más cálidas ideas que brotan desde el corazón y desde el lo más profundo del dolor.
Dolor que tiene que ver con el desamparo, el futuro incierto y las ganas de trabajar por él. Dolor que se asemeja a la muerte del ser querido, del referente y del hombre que guía nuestros pasos. Hoy muchos argentinos sienten esta pérdida como la de un padre, muchos compatriotas hoy nos sentimos huérfanos.
Néstor Kirchner no solo fue el hombre más importante desde la vuelta de la democracia (las estadísticas no me dejan mentir), sino que desde su ascenso a la Presidencia en 2003 devolvió a muchos jóvenes las ganas de volver a militar con alegría, saber que desde la participación se podían cambiar las cosas y que la política no era algo sucio que se desarrollaba por personas poco transparentes en oscuros escritorios inalcanzables. Néstor (como todos aprendimos a conocerlo) mostró a los jóvenes que el futuro estaba en la militancia y que la realidad se cambia desde adentro y sumando voluntades. Para hacer, que siempre fue su palabra favorita.
Desde los comienzos de su desembarco a nivel nacional, en 2003, la palabra rectora del gobierno de Néstor Kirchner fue “inclusión”. No solo incluyó a la juventud a la política, sino que volvió a incluir a la política en la discusión del pueblo, incluyó los Derechos Humanos en la agenda de un gobierno nacional, logró finalmente incluir a todos los chicos del país cuando ya en la presidencia de Cristina se instauró la Asignación Universal por Hijo (paradójicamente mañana se cumple un año) y asegurar un futuro para esos niños que empezaban a acostumbrarse a ver salir a su padre todas las mañanas a trabajar. Incluir a nivel económico no es solo eso, sino incluir desde la dignidad y la esperanza de un futuro mejor.
El cambio del sustantivo negativo por el verbo positivo también es uno de los grandes legados: Militar. Un político que siempre salió a la calle, a las provincias, a hablar con el pueblo y no gobernar desde un cómodo escritorio en la capital del país. Cuando muchos pedían la nueva política, Nestor mostró nuevas formas de sentir, hacer y mejorar. Luchar y poner el cuerpo, hasta el último aliento.
Hoy siento el vacío más grande, hoy no creo que nadie tenga ganas de pensar en el futuro, hoy el dolor supera por varios cuerpos al pensamiento. Hoy me siento huérfano por segunda vez, hoy siento que la Argentina está huérfana por parte de padre y tiene una madre que tiene que apuntalar para que la siga guiando. Pero también América del Sur se debe sentir huérfana y deberá rehacerse para seguir adelante.
Hoy sentí en carne propia la frase hecha “no lo puedo creer”, sigo esperando que salga en algún medio y con ese humor casi de estudiantina que tenía diga que todo fue una broma. Aunque hoy no creo que sea tiempo de bromas sino, como me dijo un compañero hace un rato, “llorarlo mucho, y después vemos”.

domingo, 12 de septiembre de 2010

La muerte de al verdad

Todo cambio social trae aparejado un sinnúmero de resistencias de los integrantes de una sociedad. El estadío de transición entre uno y otro eslabón del devenir cultural puede acarrear un período de confusión y reacomodamiento. Puntualmente durante esa transición conviven factores antiguos y nuevos que se reacomodan mutuamente para llegar a la refuncionalización final que da comienzo a una nueva era. Se puede inferir entonces que este proceso es infinito y que el final de una etapa implica el principio de otra y que pueden llegar a darse gran cantidad de ellas al mismo tiempo.
En el mundo en general y en Argentina en particular uno de esos procesos de cambio en la sociedad es hoy noticia cotidiana, pero no está tomada en toda su dimensión. Estamos hablando ni más ni menos que de los medios de comunicación y su inserción en la cultura como factores de producción de verdad. Aunque ya muy remanida la discusión desde los años `70, es hoy donde se hace carne en las sociedad lo que muchos autores hablan como la muerte de la realidad en manos de los medios de comunicación.
Una de las principales características de los `90, más allá de la multiplicación de los medios de comunicación de la mano de las nuevas tecnologías; es que las empresas periodísticas sufrieron una seria transformación a nivel mundial gracias a las nuevas estrategias de marketing y la fusión empresarial a la que no fueron ajenos los mass media. Este nuevo mapa mediático (tomando la palabra en su verdadero significado) trajo una nueva forma de ver, producir y analizar diarios, televisión, radios y nuevos medios como internet.
La libertad de prensa comenzó a darle lugar a la libertad de empresa y periodistas que tenían una cierta autonomía de su medio y podían ejercer su opinión desde ese soporte, se empezaron a alinear a la opinión corporativa de la empresa medial y dejaron un poco de lado una cierta libertad para opinar en su seno. Esta conducta implica del lado del lector/oyente/espectador una cambio de hábito para informarse y obtener la suficiente información que antes podía obtener en ese único medio electo en exclusividad y favoritismo.
Entonces la verdad o la realidad de cada uno de los medios se mercantiliza y comienza a ofrecerse en el mercado en una espiral de consumo que lo asemeja más a un producto para lavar ropa que un medio para informarse y tomar decisiones en el trajinar de la vida social. Pero, de esa manera, la realidad para un habitante comienza a ser construida desde el medio elegido para informarse y puede distanciar a la propia persona de la realidad como ente primordial del reflejo de lo que ocurre o acontece en una sociedad. Y si se comienza a hilar más fino, la sociedad puede ser plausible de manipulación por parte de estas empresas periodísticas llegado el caso que esto ocurra.
Por lo tanto es menester, en esta sociedad moderna, tomar nota de los cambios que se producen y ejercer nuevas formas de obtener información para vivir en sociedad. Es decir que para hacerse cargo de esta nueva noción de realidad es indispensable tomar en cuenta el medio que uno elije y el bagaje que la empresa periodística le imprime al producto, sin descartar poder tener acceso a distintos productos de distintas empresas para poder ejercer un resumen crítico y obtener una visión propia de lo real o vulgarmente conocido como “lo que pasa”.
Ahora, ¿está preparado el hombre de hoy en día para tomarse semejante trabajo? Lamentablemente no hay una respuesta precisa pero sí varios indicios. En primer lugar el acceso a distintos medios de información gracias a internet y la digitalización de todos los soportes mediales amplía el abanico, aunque dicho acceso no es todavía todo lo masivo que puede llegar a ser con respecto a sus competidores tradicionales. Por otro lado sigue existiendo una fidelización a un medio, ya sea por historias compartidas, por afecto hacia los periodistas o por simple acostumbramiento del espectador/lector para abstraerse de sus sentimientos y abordar la información con espíritu crítico.
De igual manera, por moda u otro tipo de presión cultural, muchos de los medios de comunicación están fomentando la visión crítica. Aunque todavía la sociedad está en la transición y mucho queda por trajinar para llegar a ese nuevo estadío. Mientras la realidad pueda estar de un lado u otro, o en ningún lado.